Cuando pienso que esta Navidad no vamos a poder tener los rituales que acostumbrábamos siento cierta zozobra e inquietud que me llenan de preguntas.
¿Qué consecuencias va a tener en nuestra vida física, psíquica, emocional y social la ausencia de rituales durante prácticamente un año? . A pesar de las quejas, la pesantez y los distintos malestares que nos podían causar estos rituales que tradicionalmente veníamos haciendo, estos cumplían una función. Una función psíquica muy importante , la función de darnos un orden interno dentro del tiempo. Muchos de estos rituales, como las cenas de empresa hacían que la vida tuviera un carácter festivo y de celebración, un carácter de encuentro personal más allá de las tareas y las funciones que desempeñamos dentro de la empresa y donde poder conocernos en la dimensión más humana y menos profesional.
Los encuentros familiares festivos y entrañables, o pesados y forzosos ; también nos ayudan a dar un orden interno a la vida en el año. Tanto cuando los anhelamos y deseamos como cuando los odiamos o rechazamos, marcan un hito en el tiempo que nos hace más abarcable la vida, más manejable el paso del tiempo. Como dice Byung- Chul Han, » Los rituales… trasforman el «estar en el mundo» en un estar en casa. Hacen del mundo un lugar más fiable. Son en el tiempo lo que una vivienda es en el espacio. Hacen habitable el tiempo».
Llevamos diez meses en los que nuestros rituales asociados a los periodos vacacionales y a los diferentes momentos del año están siendo cortados o impedidos por la situación sociosanitaria en la que estamos inmersos. Esta pandemia hace que en aras de la seguridad y el manejo de los contagios, se estén limitando la posibilidad de la realización de los rituales tanto religiosos como paganos. Atrás quedaron sin ser vividas las fiestas de los pueblos, las vacaciones en la playa con los abuelos, las visitas a los primos del norte, el viaje con la gente del instituto, la procesión de la virgen, los conciertos de los festivales veraniegos…todas ellas tradiciones/rituales que nos marcaban un hito en nuestro calendario interno.
Y a pesar de la creatividad, la flexibilidad y las múltiples adaptaciones que estamos haciendo para intentar llevarlos a cabo por plataformas digitales y/o a través de las pantallas; los rituales necesitan del contacto humano, de la respiración conjunta, de la resonancia y de esa energía que se genera cuando estás en un grupo. A mi me siguen surgiendo preguntas
¿Esta ausencia de rituales presenciales tendrá algo que ver con el incremento de trastornos mentales como la ansiedad y la depresión? ¿ Qué va a pasar si ya no tenemos ese campo de resonancia en grupo con nuestra vida social en el futuro? ¿Qué está aprendiendo la infancia y la juventud de lo que es estar en sociedad/comunidad? ¿ El ritmo del año sólo lo va a marcar el calendario de nuestras aplicaciones? ¿ Cuántos de los malestares físicos que se presentan hoy en día tienen que ver con las consecuencias de la pandemia a nivel emocional?
¿Cuál es el sentido profundo de las visitas a familiares, las luces navideñas, las cenas con las amistades, los regalos…? El valor del cuidado, pensar en lo que le gusta a la otra persona, dar y recibir aquello que sabemos que gusta, la magia, los planes en familia, los reencuentros entrañables, el recordar las anécdotas e historias pasadas, celebrar la vida, cerrar un año y comenzar uno nuevo, la ilusión, el compartir, diversión, sorpresa, hacer balance, proyectar el futuro, los abrazos… Pensemos en estos valores, en las cualidades que tenían estos rituales; reflexionemos y cuidemos el darnos la posibilidad de hacer estos rituales de la forma que podamos , para que la vida no quede degradada a mera supervivencia como dice Han.