Cuando conocimos a María éramos una pareja rota que el descuido de los 12 años de convivencia había distanciado. Los horarios, el trabajo, nuestra hija, nuestras familias… todo había hecho que dejáramos de mirarnos el uno al otro y empezáramos a separarnos sin apenas darnos cuenta. Empezamos una terapia que fue muy dura y larga, donde María nos fue ayudando a entender qué cosas no habíamos hecho bien y nos enseñó otros modos de vivir: escucharnos, hablarnos, saber compartir, saber pedir y saber dar lo que el otro necesita, aún sin entender. Nos guió tanto en las cosas cotidianas (como las tareas que tan atascadas teníamos) como en las importantes, por ejemplo los acompañamientos cuando uno de los dos pasaba un momento duro en otro ámbito que no era la pareja (familia, trabajo…)
Empezamos a trabajar con Maria como compañeros de piso y terminamos la terapia como una pareja enamorada que quiso y supo reencontrarse con el compañero que somos aún hoy el uno para el otro. Terminamos nuestro trabajo con ella hace 7 años y seguimos paseando de la mano después de 20 años de matrimonio, sabiendo que podemos no estar juntos, pero que libremente y sin condicionantes, queremos estarlo.
Gracias, Maria!! No es que sin ti no hubiésemos podido, es que, de hecho, no pudimos.